El monitor de la Revolución. (I parte)


Por: Susana Acea Terry.

“Yo quiero que la ley primera sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. Crecí, escuchando esa y otras frases de José Martí en la voz inolvidable de mis maestros, ellos se preocupaban porque todos los niños entendiéramos el significado de sus brillantes ideas. No puedo recordar si exactamente estaba entre los niños que mejor comprendían lo que querían los maestros o no, lo cierto es que crecí en un ambiente que solo se puede narrar cuando tienes la posibilidad de comparar a partir de un acumulado de experiencia y vivencias incluyendo la de otras partes del planeta.

Algo tan sencillo., cuando se elegía a un monitor de cualquiera de las asignaturas, ese acto de “proponer” al colectivo el posible monitor, para su aprobación o no, o  cuando la propuesta y elección se dejaba a consideración   del colectivo de niños y adolescentes, favorecía  la estima tanto del compañero elegido como  del colectivo. En verdad la mayoría queríamos serlo, y no recuerdo -al menos hasta donde me lo permite la memoria- que ese acto forjaba valores de colectivismo, solidaridad, inclusión, alejado de un sentido de superioridad, y mucho menos de discriminación.

Después sucedían procesos similares como el “nominado “y “elegido” por el colectivo de pioneros para dirigir el destacamento a nivel de aula, de escuela, municipal, provincial y nacional. En ese ambiente cordial, digno y fraterno crecimos la inmensa mayoría de los cubanos y cubanas. Lo que llama la atención es que no hablábamos de las ventajas de ese “proceder” tan solo éramos unos niños felices ocupados en cómo hacer mejor las cosas, y disfrutar de lo que hacíamos. Con el tiempo comprendí por qué para nosotros renunciar, cuestionar, abandonar o deshacerse del “`método”, no podía constituir nuestro propósito.

De la misma manera en la vida juvenil, y en las distintas organizaciones que forman parte de las instituciones cultivadoras y socializadoras de valores.  Ese mismo trayecto nos ha llevado a la mayoría de los cubanos a llegar hasta aquí con la dignidad que solicitaba Martí para seguir construyendo la sociedad, de carácter emancipatorio y justiciera. Confieso sin sonrojarme, que mi felicidad era y es inmensa cuando alguien, de forma natural, me propone abiertamente y yo propongo a un colega para ser evaluado por quien corresponda para desempeñar una responsabilidad pública, en un marco de transparencia, respeto, sin exclusión y sin otra exigencia que no sea la de representar y cumplir bien la tarea. A ningunos nos limita el color, el origen, la ocupación laboral o cualquier otra variable.

"...la esencialidad del ejercicio  democrático revolucionario ha estado y  está en  el protagonismo de los hombres y mujeres del pueblo como totalidad y a la vez  cultivar en él  “a pesar de...” las mejores virtudes como ser humano".

Esta reflexión histórica concreta  no es para contar mi vida personal o de algunos conocidos, es solo para significar a modo de ilustración,  que desde el mismo hecho cultural que constituyó la Revolución cubana, los cubanos y cubanas, a pesar de restricciones  económicas en una u otra época, la esencialidad del ejercicio  democrático revolucionario ha estado y  está en  el protagonismo de los hombres y mujeres del pueblo como totalidad y a la vez  cultivar en él  “a pesar de...” las mejores virtudes como ser humano.



La propuesta de la Revolución desde el inicio, consistía en hacer una enorme transformación cultural que ofreciera a cada persona la posibilidad de encontrar su lugar dentro del proyecto social y la nueva institucionalidad que se iba forjando

La propuesta de la Revolución desde el inicio, consistía en hacer una enorme transformación cultural que ofreciera a cada persona la posibilidad de encontrar su lugar dentro del proyecto social y la nueva institucionalidad que se iba forjando. La primera expresión del poder revolucionario fue brindarle a cada persona, un espacio en la nueva sociedad. Esta perspectiva cambió la lógica cultural y los significados de la vida de los cubanos.


No valorar nuestra democracia desde un comportamiento dialéctico y ético es “hacerse el ciego” para no ver, porque ya ni al monitor, ni al dirigente de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media o de la Federación Estudiantil Universitaria o cualesquiera de las organizaciones de la sociedad civil cubana se eligen de la misma forma de aquel entonces de mi vida estudiantil, pero la nueva manera responde al nivel de instrucción y cultura que la propia revolución cultivó en el pueblo. Los contextos son diferentes, y por tanto condicionan la calidad de la democracia.

Mucha veces intercambio con colegas, especialistas, familiares, amigos y un tema recurrente lo constituye el “perfeccionamiento de nuestra democracia” y ello más que preocuparme me agrada que así sea, en interés de la actividad política, aunque como cubanos impregnados de una cultura del debate y de polémicas, hay quien expresa cambios de reacomodo y actualización y otros con sugerencias de un alcance, que tal vez no se corresponda con realidades   internas y externas que el revolucionario  ingenioso comprende . Sinceramente ello no me molesta. Pero sí puede molestar aquellos que cuando los escuchas o los lee no sabes si quieren perfeccionar el modo de elegir al monitor o ser el monitor de los enemigos de la Revolución, no sabes si quieren “democratizar el sistema ò quieren “no saber del sistema, derribar el sistema.



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